Standback News #15 - Octubre2013
Título de sección "Sabores, viajes y encuentros"

Lola Mora: un legado de pasión y polémica

Por María Adrover

Tan admirada como señalada por la impudicia de los cuerpos desnudos que cincelaba, el nombre de la primera escultora argentina atravesó casi un siglo y medio sin ser acallado. Hoy, sus obras recobran vigencia y su vida surge como una oda a la independencia y la creación, en tiempos en que las mujeres estaban condenadas a la invisibilidad.

Provinciana, talentosa, polémica, bella, escultora, inmoral, desvergonzada (se casó con un hombre veinte años menor que ella), urbanista, pionera de la minería nacional. Mujer. Lola Mora se ganó todos esos calificativos a lo largo de una vida con luces y sombras que, sin embargo, no lograron llevar su nombre –y su obra- al olvido.

Lola nació como Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández. Hay distintas versiones sobre la fecha y el lugar de su nacimiento -¿Jujuy o Salta, 1866 o 1867?-, y su vida no pasó desapercibida en una sociedad que la admiró tanto como la repudió. Hace unas semanas –en el marco de la Asamblea Legislativa-, su nombre volvió a ocupar el centro de la escena cuando dos réplicas de sus esculturas recuperaron su lugar junto a las escalinatas del Congreso de la Nación, de donde habían sido desplazadas hace casi cien años.

Las esculturas que están sobre la avenida Entre Ríos, habían sido encargadas a Lola Mora para ornamentar el nuevo edificio del Congreso Nacional. Las obras sólo ocuparon ese lugar  frente al Palacio durante seis años, a partir de 1907, poco después de su inauguración. Las críticas a la obra, a la escultora y al régimen político que la había cobijado fueron el detonante para removerlas y llevarlas a la provincia de Jujuy. Es allí donde permanecen los originales, que fueron escaneados con tecnología no invasiva de última generación, un método que asegura la preservación absoluta de la obra de arte y que emplea un sistema de iluminación y refracción de un rayo láser.

Se trata de un conjunto escultórico con obras alegóricas a la Libertad y el Comercio, la Paz, el Trabajo y la Justicia.

Lola Mora -contemporánea de la escultora francesa Camille Claudel- comenzó a trabajar en estas alegorías en 1905, en Italia, donde estudiaba con el maestro Giulio Monteverde. Luego, durante unos meses, continuó la tarea en un taller instalado en el propio Congreso. Trabajaba en pantalones, otro motivo que escandalizaba a una sociedad que marcaba otros destinos para la mujer, lejos de andamios, escaleras y duros bloques de mármol.

Sus comienzos

Lola Mora se crió en Tucumán, fue una excelente estudiante y comenzó su formación artística tomando clases de dibujo con el italiano Santiago Falcucci. En 1896 ganó una beca del gobierno nacional y –sin pasar por Buenos Aires- partió a Roma, donde fue aceptada en el taller del pintor Francesco Paolo Michetti. Allí conoció al escultor Giulio Monteverde, quien la indujo a dedicarse a la escultura.

Con subsidio del gobierno argentino (Julio Argentino Roca fue un gran amigo y algunas versiones arriesgan que fueron amantes) Lola se destacó en la sociedad romana y sus trabajos eran publicados a menudo por la prensa argentina. En 1900 recibió el encargo oficial de dos bajorrelieves para la Casa Histórica de Tucumán y, por su propia iniciativa, consiguió el permiso para realizar una gran fuente para la ciudad de Buenos Aires.

Los pedidos de esculturas desde la Argentina se multiplicaron: la estatua de la Libertad y relieves para la Casa de Tucumán, el monumento de Juan Bautista Alberdi, de Nicolás Avellaneda, el monumento de Francisco Laprida, el busto de Aristóbulo del Valle, la estatua de Carlos María de Alvear, además de alegorías para su fachada, y el Monumento a la Bandera, que nunca llegó a emplazarse como fue concebido.

Obra maestra

Su obra más conocida es la Fuente de las Nereidas, un encargo de la Municipalidad de Buenos Aires. Los cuerpos tallados en mármol, bellos y desnudos, que emergen de las aguas fueron tildados libidinosos por una buena parte de la sociedad porteña y, tras largos debates, en 1903 se decidió emplazar la fuente detrás de la Casa de Gobierno, en el Paseo de Julio. El día de la inauguración, era la única mujer en un palco de caballeros. Allí estuvo la fuente hasta 1918, cuando las voces contra el impudor la empujaron hasta un lugar escondido a las miradas pacatas: la Costanera Sur, donde permanece, rodeada por una extraña cerca de vidrio y de cara al río.

La fuente –realizada en mármol de Carrara– representa el nacimiento de la diosa Venus, que emerge de una gran valva marina sostenida por dos nereidas. La rodean tres caballos alados sujetados por tritones. Para observar la fuente en todo su esplendor, no queda otra alternativa que seguir el movimiento espiralado de las sirenas y caminar en derredor de la fuente, siguiendo las curvas sensuales y magníficas de cada trazo de mármol.

La fuente fue la primera obra de arte realizada por una mujer que se inauguró en Buenos Aires. A lo largo de los años fue víctima de roturas que fueron restauradas.

Más allá de las convenciones

Lola fue una mujer excepcional para su época. Viajaba sin escolta masculina, vivió sola, hizo de su vida un culto a la independencia y autosuficiencia. Su estrecha vinculación con la clase dirigente conservadora fue otro estigma que se agudizó a partir de 1910. Sus alegorías fueron quitadas del Congreso y el monumento a la Bandera, realizado en Roma, nunca fue ensamblado. Las partes quedaron repartidas en distintos paseos de Rosario hasta que en 1997 fueron nuevamente reunidas y se ubicaron en las cercanías del Monumento Nacional a la Bandera.

Hacia 1920 Lola había abandonado completamente los cinceles y se entusiasmó con una nueva técnica que permitía proyectar películas a plena luz, pero el proyecto no prosperó.

No se quedó quieta; invirtió toda su fortuna en un emprendimiento minero y vivió durante años en las cumbres salteñas. Su ambición era extraer combustible por destilación de ciertas rocas de la región de Salta. También fue contratista en la obra del tendido de rieles del Ferrocarril Trasandino del Norte o Huaytiquina, por donde hoy transita el Tren a las nubes, en Salta). Como urbanista, es autora del Primer Proyecto de Subterráneo y Galería Subfluvial de nuestro país, previsto para Capital Federal; y del trazado de calles de la Ciudad de Jujuy. En tiempos, recuérdese, en el que gobernaban los hombres y las mujeres estaban absolutamente fuera de la vida pública.

Murió el 7 de junio de 1936, al cuidado de sus sobrinas y tras permanecer postrada por un ataque cerebral. Registros periodísticos aseguran que una noche de lluvia, a poco de morir, la vieron  sentada largamente frente a su fuente, la única escultura que no realizó por encargo.

Por encima de su condición de mujer, el legado cultural de Lola Mora es contundente y hoy, a casi 150 años de su nacimiento, sus esculturas siguen allí, blancas, magníficas, sensuales, de técnica impecable, emblemáticas. Más allá del olvido e indiferentes a pasiones, miserias, luces y sombras de su creadora, de la época que le tocó protagonizar y de la sociedad de la que fue parte. Para quien quiera verlas.

Segun Lola Mora

"El arte es la respuesta del hombre a la naturaleza y su superación; pero hay una educación estética como hay una educación moral y otra religiosa"


"Los seres humanos no alcanzan ninguna de esas formas de educación sino con una sensibilidad fina y una atención disciplina. Cada uno ve en una obra de arte lo que de antemano está en su espíritu; el ángel o el demonio están siempre combatiendo en la mirada del hombre. Yo no he cruzado el océano con el objeto de ofender el pudor de mi pueblo; me horrorizaría pensar que alguien haya imaginado semejante cosa (...) Lamento profundamente lo que está ocurriendo, pero no advierto en estas expresiones de repudio -llamémosle de alguna manera- la voz pura y noble de este pueblo. Y ésa es la que me interesaría oír; de él espero el postrer fallo."

 

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