Escapadas doradas

Por María Adrover.

Temperaturas agradables, paisajes en bronce y oro, poca gente, menos prisas y más promociones hacen que el otoño se vuelva una época incomparable para salir a descubrir rincones nuevos y recobrar el aliento.

Los ardores del verano quedaron atrás y todavía los fríos más intensos no se apoderan de los días y las noches. El sol acaricia con tibieza, los árboles cambian de color, las hojas rojizas y amarillas invaden los caminos y renacen las ganas de largos paseos, atardeceres dorados y mañanitas frescas que se van convirtiendo en tardes cálidas con el correr de las horas. Mientras el otoño se vuelve una estación del año ideal para vacacionar sin las muchedumbres del período estival, la Argentina está llena de alternativas para regalarse unos días de pausa. Aquí, algunos de los destinos ideales donde descubrir esa luz nueva, dorada y única del otoño:

IGUAZÚ, un clásico imponente

Iguazú significa Agua Grande en guaraní. Esta maravilla se forma al confluir los ríos Iguazú y Paraná, justo en la frontera entre Brasil y la Argentina, en una región misionera que se vuelve especialmente amigable en los meses de otoño, cuando las temperaturas bajan y nada interrumpe el deslumbramiento que crece, paso a paso, al caminar por las pasarelas, entre la selva subtropical, bajo la sutil llovizna refrescante que emana de las cataratas.

En otoño, en Iguazú ya pasó la época de lluvias y las temperaturas son agradables durante el día, mientras que las noches son frescas. Perfectas, por ejemplo, para un paseo de Luna Llena por los balcones de la Garganta del Diablo y observar un espectáculo único y encantador: el arco iris que se forma por la luz de la luna.

Magníficas, las cataratas ofrecen un espectáculo singular de aguas exuberantes, selva, flora exótica y rica fauna. Para el alojamiento hay propuestas para todos los gustos. Los hoteles cinco estrellas ofrecen habitaciones con vista a las cataratas, pileta y spa con originales tratamientos que apelan a productos naturales típicos de la región como la yerba mate, hierbas, arcillas, chocolate y algas.

La gastronomía del lugar es una fiesta aparte. La influencia de tres países –Argentina, Brasil y Paraguay- invitan a sumergirse en una exquisita cocina fusión. Toman la delantera los pescados de río como el dorado, el surubí con salsa de hongos o frutos secos, patí, pacú y el manguruyú. Pero también la sopa paraguaya, los tradicionales asado o locro argentinos o los inigualables chipá. Todo regado por buenos vinos o una caipiriña al estilo brasileño. Para no dejar pasar, entre la prodigalidad de la naturaleza y la búsqueda de relax.

BARILOCHE, puerta de entrada de la Patagonia

La de siempre, la camaleónica Bariloche tiene un preciado don: cada estación muestra un rostro completamente diferente, uno más seductor que el otro. En otoño, a los pies del lago Nahuel Huapi, cuando la nieve y los fríos más crudos todavía no llegan, ofrece variadísimas alternativas de actividades para aventureros temerarios y de los otros.

Los ocres, marrones y amarillos ganan el paisaje, renovando colores y perfumes. El lujo, en esta zona de la Patagonia se manifiesta en nuevas dimensiones vinculadas a experiencias nuevas más que a la ostentación: beber un cognac desde el jacuzzi de un hotel boutique mientras se contemplan los coihues, una picada gourmet con truchas, jabalíes, ciervos y quesos ahumados, patés caseros y cerveza artesanal elaborada con lúpulos regionales, trekkings por infinitos senderos custodiados por pájaros carpinteros, rafting por lugares casi inexplorados, excursiones taylor made con un guía sólo para uno que ayude a descubrir vistas magníficas, un vuelo en helicóptero sobre los Andes, una estadía en una estancia patagónica donde los ciervos corren libres, un paseo de noche por el lago degustando los vinos patagónicos, o tomar una clase de cocina gourmet con productos típicos, en medio de la naturaleza.

La cocina regional patagónica es el broche de oro en una propuesta turística de alta gama en el otoño barilochense. Es que allí se reúne buena parte de los mejores hoteles del sur argentino, con propuestas de lujo. Entre los clásicos está el siempre renovado Llao Llao, con su tradicional construcción de maderas crujientes y perfumadas, un campo de golf de 18 hoyos, spa, todo con vista a un imponente marco de montañas, con cumbres de nieves eternas y lagos de aguas cristalinas en contraste con la profundidad del bosque centenario. Tentaciones nuevas en la Bariloche de siempre.

SALTA, linda entre las lindas

Entre los recomendados de otoño está la bella Salta, que reúne tradición, historia y arquitectura virreinal que se palpita al caminar por sus calles entre casonas coloniales, con balcones de madera. Pero también por sus bellezas naturales únicas o el legendario Tren de las Nubes que parte desde la provincia y atraviesa la Cordillera de los Andes.

En estos meses, las promociones abundan y las opciones se multiplican. En materia de comidas, ofrece platos exquisitos, desde sus empanadas cocidas en horno de barro, humitas, guisos picantes, chivitos y corderos, hasta los dulces de frutos maduros, colaciones y nueces confitadas.

Para alojarse con estilo, hay hoteles de cuatro y cinco estrellas y también hoteles boutique, que abarcan desde una residencia de campo estilo inglés hasta propuestas que incluyen spa, prometen masajes andinos y platos de cocina de autor y vistas a los cerros y valles salteños.

Un capítulo aparte, para unas vacaciones inolvidables, merece la ruta del vino salteño. Herederas de los primeros jesuitas y de otros pioneros que conocían los secretos del arte del vino, las bodegas salteñas han logrado vinos únicos con las cepas más finas en sus viñedos de altura. La Ruta del Vino es un circuito de 200 km comienza en la capital, cruza los pueblos históricos del Valle de Lerma (Cachi, Molinos, Angastaco, San Carlos) y culmina en Cafayate.

En esos áridos y radiantes valles, la cepa Torrontés es la uva insignia, que se manifesta frutada y aromática en vinos inigualables. Sin embargo, en los últimos años, la vitivinicultura provincial añadió otras cepas, como Cabernet Sauvignon, Malbec, Tannat, Bonarda, Syrah o Tempranillo. Para descubrir, copa en mano.

MENDOZA, una nueva versión del turismo de alta gama

En estos meses, el dorado se enseñorea de Mendoza como en pocos otros lugares. Con lugares únicos como las dunas del Nihuil, a 70 km de San Rafael, o La Payunia, al sur de la provincia, entre tantos otros, la provincia se está posicionando como un destino distinto, exótico y premium, atractivo para un público exigente y exquisito.

La vitivinicultura y las exclusivas bodegas, los centros de esquí, las alternativas de alojamiento de alta gama y la variedad de paisajes y propuestas son los ingredientes que le permiten a aspirar a ese alto nivel con un creciente turismo de lujo.

Los viñedos centenarios que son cuna de vinos de alta gama argentinos resultan un atractivo único para quienes llegan en busca de nuevas experiencias, una definición más actual del lujo de estos tiempos. Y Mendoza no defrauda: albergues premium, atención personalizada y altamente capacitada por parte del servicio, partidos de polo y golf entre viñedos, una creciente cultura olivícola que va invadiendo propuestas gastronómicas, distensión en las termas andinas que permiten sentir los espíritus de los milenarios rituales incas, excursiones que culminan en la montaña con una comida preparada por un chef al aire libre, wine tours privados con guías individuales que cierran con un asado con el enólogo de la bodega visitada, participar de la cosecha durante la vendimia e incluso dar un paseo en globo para disfrutar de la vista de los viñedos desde el límpido cielo mendocino, son algunas de las opciones que ofrece a viajeros que buscan otras formas de hacer turismo, en equilibrio con la naturaleza y consigo mismos.

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